L'INFINIT I LA LLUNA...

L'instant més callat de la nit es produeix quan el brogit lentament acumulat es transforma en zero. La lluna dibuixa exactament el número més ínfim i obstinadament solitari... el no res i el tot, l'infinit perfecte...

diumenge, 28 de febrer del 2010

Adieu, février...

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El batec més blanc
sou sota ma pell
en les hores blaves
roent al meu cor
til·ler del consol
i crossa amatent
acotxeu temors

dissabte, 20 de febrer del 2010

Sensei no Kaban

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Hiromi Kawakami

El cielo es azul, la tierra blanca


(...) "Oficialmente se llamaba profesor Harutsuna Matsumoto, pero yo lo llamaba "Maestro". Ni "profesor", ni "señor". Símplemente Maestro. Me había dado clase de japonés en el instituto. Puesto que no fue mi tutor ni me entusiasmaban sus clases, no conservaba ningún recuerdo significativo suyo. No había vuelto a verlo des de que me gradué. Empezamos a tratarnos a menudo cuando coincidimos hace unos años, en una taberna frente a la estación.

(...) El Maestro era mi única compañía. Últimamente Él era el único con quien compartía bebidas, daba largos paseos y veía cosas interesantes.

(...) Cuando intento recordar con quién salía antes de trabar amistad con el Maestro, no se me ocurre nadie. Estaba sola. Subía sola al autobús, paseaba sola por la ciudad, iba de compras sola y bebía sola. incluso cuando estaba con el Maestro era como si fuera sola a todas partes. No dependía de su compañía, pero cuando estaba con Él me sentía más completa. Era una sensación curiosa, como si me hubiera comprado un reloj nuevo y no quisiera quitar el plástico adherente que protegía el cristal. Si el Maestro llegara a enterarse de que lo estoy comparando con un pedazo de plástico, probablemente se enfadaría. Cuando coincidíamos en la taberna y nos tratábamos como perfectos desconocidos, me sentía como el reloj que ha perdido el plástico adherente.

(...) - ¿Estoy soñando, Maestro? -le pregunté.
- Sí, es provable. Podría ser un sueño -me respondió con aire divertido.
- ¿Cuándo me despertaré?
- Quien sabe.
- Yo no quiero despertarme.
- Pero si es un sueño, tarde o temprano te despertarás.
Los relámpagos centelleaban y los truenos retumbaban. Tenía los músculos de todo el cuerpo agarrotados. El Maestro me acariciaba la espalda.
- No quiero despertar -repetí.
- Yo tampoco -dijo Él.
La lluvia repiqueteaba contra el techo. Yo estaba en el regazo del Maestro, tensa. Él me acariciaba la espalda dulcemente.

(...) La bondad del Maestro procedía de su estricto sentido de la justicia. No era amable conmigo para hacerme feliz, sino porque analizaba mis opiniones sin tener ideas preconcebidas. Se podría decir que su bondad era más bien una actitud pedagógica. Por eso cuando me daba la razón me sentía mucho más feliz que si se hubiera limitado a decirme que sí para tenerme contenta. Aquello fue todo un descubrimiento. No me siento cómoda cuando me dan la razón sin tenerla. Prefiero mil veces que me traten con justicia.

(...) Escribí diez, doce, veinte poemas. Al final estaba tan cansada que apoyé la cabeza en el futón del Maestro y me tumbé encima del tatami. Cuando se me cerraron los párpados no fui capaz de volver a abrirlos. En vez de despertarme, el Maestro me acomodó en el futón y me dejó dormir. No recuerdo nada más. Sólo sé que, al desperar, oí el murmullo de las olas y vi la luz que inundaba la habitación a través de una rendija de la cortina. Sentí una sensación de asfixia y giré la cabeza. El Maestro estaba durmiendo a mi lado. Yo tenía la cabeza apoyada en su brazo. Ahogué un grito y me levanté precipitadamente. Salí corriendo hacia mi habitación, con la mente en blanco. Me dejé caer en el futón, me levanté de un salto, di un par de vueltas por la habitación, abrí y cerré las cortinas, me tumbé en el futón, tiré del edredón hasta cubrirme la cabeza, me levanté por segunda vez y regresé a la habitación del Maestro sin pensar. Las cortinas estaban cerradas y el Maestro se hallaba tumbado en la penumbra, esperándome con los ojos abiertos. -Ven, Tsukiko -me dijo tiernamente, echando el edredón hacia atrás. -Vale, susurré. Me tumbé a su lado y lo sentí muy cerca. -Maestro -musité, hundiendo la cabeza en su pecho. Él beso mi pelo una y otra vez. Me acarició los pechos, al principio por encima del kimono y luego por debajo. -Tienes unos pechos muy bonitos -me dijo en el mismo tono que había usado la noche anterior para analizar el poema de Basho. Solté una risa ahogada, y Él también rió. -Son muy bonitos. Eres encantadora, Tsukiko -añadió, mientras me acariciaba el pelo una y otra vez. Los ojos se me cerraban de sueño. -Me quedaré dormida, Maestro -le advertí. -Pues vamos a dormir, Tsukiko -me respondió. -Es que no quiero dormir -murmuré, incapaz de abrir los párpados. Era como si la mano del Maestro provocara un efecto somnífero en mí. Quería decirle que no me dejara dormir y pedirle que me abrazara.

(...) -¿Cuánto tiempo crees que me queda de vida, Tsukiko? -me preguntó el Maestro bruscamente. Nuestras miradas se encontraron. Sus ojos parecían tranquilos. - ¡Mucho, mucho tiempo! -grité sin pensar. Una joven pareja que ocupaba el banco contiguo se volvió hacia nosotros. Unas cuantas palomas alzaron el vuelo. -No viviré tanto. -Pero aún le queda mucho tiempo. El Maestro tomó mi mano izquierda con su derecha y la envolvió con su áspera palma. -Pero si no viviera tanto tiempo tu no serías feliz, ¿Verdad? (...) Entonces me pasó el brazo por encima del hombro y me atrajo hacia sí. Cuando me abrazó, el tiempo parecía haberse detenido. -Maestro -musité. -Tsukiko -susurró Él. -Aunque Usted muriera ahora mismo yo estaría bien, Maestro. Lo superaré -le prometí mientras hundía la cara en su pecho. - No pensaba morir ahora mismo -replicó, abrazándome. Su voz era apenas un murmullo dulce y suave, como cuando hablamos por teléfono.

(...) Todo aquello me parece muy lejano. Los días que pasé junto al Maestro fueron tranquilos e intensos. Habían pasado dos años desde nuestro reencuentro. Nuestra "relación oficial", tal y como solía decir Él, duró tres años. No tuvimos más tiempo para compartir.

(...) En noches como ésta, abro el maletín del Maestro. En su interior no hay nada, sólo un vacío que se extiende. Un enorme espacio vacío que crece sin parar."

divendres, 19 de febrer del 2010

Prelude

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Salm 18